Etiquetas

Bienvenidos

Pasen adelante, quítense los zapatos si así están más cómodos.

martes, 3 de septiembre de 2013

Reflexiones en la oscuridad

Fue una tarde de invierno como muchas otras, era fría, gris, triste. Nada extraordinaria. Las nubes habían amanecido cubriendo el cielo y con el paso del tiempo se habían oscurecido hasta ser casi negras. El aguacero amenazaba demasiado como para creer que iba a pasar el día sin bañar los techos. De un momento a otro el cielo abrió sus brazos y dejó caer la tempestad sobre la ciudad, librando a las nubes de su carga. La gente en la calle, que yo veía desde la ventana de mi oficina, corría de un lado a otro buscando refugio en cualquier pequeña sombra para tomar impulso y continuar la búsqueda de una sombra mayor que los cubriera por completo. Las calles, y sus tragantes repletos de basura, se inundaron, colapsaron. El tráfico se paralizó por unas horas.


Ya había pasado la tempestad, las carreras bajo la lluvia, las inundaciones y el caos. Pero había muchas cosas más que me inundaban por dentro, la angustia por mis compromisos personales, algunas deudas que debía pagar, el precio de la gasolina, la inseguridad, las noticias de muertes diarias y la guerra en Siria. En ese momento me pregunté “¿Por qué la guerra, si no tiene nada que ver conmigo?”, pero ¿Quién no tiene miedo a la guerra, siendo un acto tan inhumano en el que se arriesga tanto y se gana tan poco, si es que se gana algo? Mis preocupaciones volátiles, que regresan a cada rato buscando atormentarme, se fugaron por la ventana y yo volví al trabajo, a la rutina y el aburrimiento. Mis ojos buscaban con frecuencia cualquier reloj que les dijeran que ya llegaría la hora de escapar, llegar a mi casa y descansar. El tiempo pasó, a su ritmo pero finalmente llegó la hora. Decidí pasar a una cafetería por un cappuccino pues sabía que pasaría tiempo de sobra frente al volante, aunque vivo relativamente cerca, y que necesitaría una pequeña compañía en el camino. A fin de cuentas, fue una buena decisión.

Por fin llegué, luego de estar encerrado con tantos gritos e insultos, de estar escuchando a las manos ajenas pegadas a la bocina, estaba en casa. El sol que nunca vi, pero sabía que allí había estado, ya se había ocultado tras el paisaje repleto de antenas con sus luces rojas en la punta. Me cambié de ropa para estar más cómodo, me recoste en la cama y encendí la televisión justo a tiempo para ver cómo la ausencia de energía la apagaba. “¡Genial!” fue el primer pensamiento sarcástico que escupió mi mente mientras mis manos cubrían mi cara. Dejé caer mis brazos sobre la cama y tendido, sumergido en la oscuridad de mi cuarto, mis ojos tomaron una siesta que hasta el momento no sé cuánto duró, y regresaron luego para darse cuenta que las tinieblas seguían abrazándome.


Bajé en búsqueda de una linterna para darle un poco de luz a la casa, alumbrando las gradas con mi teléfono para evitar enterrar la cara en el piso. Luego de un tiempo hurgando entre gavetas no pude encontrar más que una candela y unos cuantos fósforos. El fósforo encendió y el humo buscó el techo de la cocina. Llevé la tenue luz a mi cuarto y la coloqué sobre el escritorio, no sabía qué hacer, era tan dependiente de la energía que me sentía perdido. Me quedé sentado en la oscuridad, contemplando la noche con su cielo aún nublado y las luces lejanas dándole ese toque naranja. El silencio fue un extraño que llegó a hacerme compañía, que me invitó a oír la lluvia golpear el suelo y a los zancudos danzando alrededor de mi cabeza mientras lanzaban suspiros de deseo y poemas de amor a mi sangre. Podría decir que oí los latidos de mi corazón al compás de la vida, pero no estoy seguro de haberlo hecho, habían muchos más sonidos de los que podía distinguir y sólo el silencio macizo era abrumador.

Tomé el cuaderno que tenía enfrente, busqué un lapicero entre el desorden que tenía allí y dejé fluir la tinta que escribió estas palabras. Parecía algo mágico ver cómo el líquido negro se regaba en las hojas blancas, brillando a la luz del fuego y muriendo lentamente para dejar su cadáver tendido sobre el papel, inmortalizándose. Los tachones cubrieron los errores desbordados de mis dedos y me dieron la oportunidad de enmendarlos. Llevaba ya la mitad de estas líneas escritas cuando la corriente regresó y le dio nueva vida a los aparatos de la casa, pero preferí dejar mis luces apagadas unos momentos más. Contemplé lo que la oscuridad nos regala y nuestra necesidad de luz nos arrebata sin antes preguntar, cosas que tal vez sólo yo aprecio y que tendrán que  hacer la prueba para verlas. La noche me regaló unos minutos más de tranquilidad, de ausencia de mis pensamientos diarios, de mis miedos. La mezcla de sonidos llenó mis oídos y terminó con ese instante, me llenó de miedos y preocupaciones, me regresó de una patada a la realidad que la luz alumbra.

La oscuridad puede ser tan única, tan mágica y bondadosa, pero pocas veces me había tomado el tiempo para observarla detenidamente. A veces me hace falta esa ausencia de luz para ver más allá, detenerme y librarme de mis miedos cotidianos por un momento.


Fotografías propias.

4 comentarios :

  1. Justo anoche estaba sin luz en casa. A diferencia de ti, en la oscuridad me siento ahogada, tanto silencio me aturde, agrégale a eso que no tenía velas y durante la mañana cortaron el gas. Estaba destinada a estar entre las tinieblas unas largas horas. Ahora que lo pienso en vez de tener miedo a la oscuridad debería escribir en ella. Muy hermoso. Saludos

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Qué curiosa coincidencia, tan lejos y casi en la misma situación. Tienes razón, el silencio aturde. Es como una masa pastosa que tapa los oídos y nubla la vista, pero nos deja ver cosas que la luz nos cega con su claridad.

      Muchas gracias por la visita y el comentario, espero que la próxima vez que te encuentres a oscuras te recuerdes de esta entrada y escribas algo :)

      Saludos!

      Borrar
  2. Muchas veces la oscuridad nos hace "ver" más de lo que es visible, por eso viene bien de vez en cuando.
    Me ha gustado tu reflexión!
    Saludos.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Y pensar que a veces tenemos miedo a la oscuridad.

      Muchas gracias por tu comentario, Sandra. Saludos!

      Borrar