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Pasen adelante, quítense los zapatos si así están más cómodos.

martes, 30 de abril de 2013

Premio al blog - Raúl

Hoy me he despertado con buenas noticias, más dormido que despierto me he enterado que Raúl (un lector/bloggero) me ha concedido el Premio Blogger Muy Inspirador, cosa que por supuesto ha sido una grata sorpresa que me ha hecho comenzar el día con el pie derecho y una gran sonrisa.

jueves, 25 de abril de 2013

Luna (II)

Primera Parte: >>Luna (I)<<

Sentado en la orilla de la cama, con la luz de la mesa de noche alumbrando un reloj de agujas que marcaba las 12:00, viendo a su sombra alegar por estar despierta a esa hora. A pesar de todos los intentos que había hecho, no había logrado volver a dormir, simplemente era imposible, había algo que no quería que lo hiciera. Se puso de pie dirigiéndose al ropero, que estaba junto a la puerta que dividía los dos ambientes que tenía el apartamento, sacó un pantalón de pijama negro con algunas líneas grises a lo largo y una camiseta vieja que usaba para dormir en las noches  en que el calor también descansaba y no molestaba hasta el día siguiente. Se puso la ropa y fue a la cocina por un vaso de agua para calmar el malestar que sentía por la mezcla de cansancio, desesperación y enojo. Agarró la cajetilla de cigarros y salió al balcón, que estaba tan iluminado como si la luna estuviera llena, para saciar sus pulmones de ese vicio que no sabía por qué necesitaba tanto, y contemplar la noche que lo ayudaría a pasar el tiempo que estaba condenado a estar despierto.
Vices - Joaquin Villaverde

jueves, 18 de abril de 2013

Luna (I)


Había sido un largo día, el teléfono no había dejado de sonar por más de media hora y los quehaceres se fueron apilando en el escritorio junto a los papeles regados. El clima había ayudado poco, el calor derritió los segundos, los minutos, las  horas, que parecían avanzar únicamente por el rastro pegajoso que iban dejando en el reloj de la pared, ese reloj que hacía un gran esfuerzo y gritaba el tic-tac cada vez que intentaba mover las agujas. Lentamente el sol fue agotándose, dejando de insistir en alumbrar al darse cuenta que lo único que había logrado eran quejas. El cielo celeste con borrones blancos pasó a ser una mezcla de rojos, naranjas y amarillos difuminados por una mano invisible, para dar paso a la noche que dejó caer una lluvia de oscuridad, empapando de negrura cada rincón que las sombrillas de luz no lograban cubrir.

martes, 9 de abril de 2013

Lámparas


Caminaba perdido en la avenida, sus ojos buscaban en el cielo algo que nadie podía ver, ni siquiera él, pero sabía que allí estaba. Su sonrisa escapaba en cada respiro que daba y era arrastrada por el viento que de tanto en tanto pasaba empujando los pedazos de basura hacia un destino indefinido que cambiaba con cada soplido. Su cuerpo relajado oscilaba de acera a acera, emanando despreocupación y placer mientras sus manos se movían en todas direcciones, como las manos de un director de orquesta conduciendo una melodía hermosa, exquisita. Las pocas personas que aún estaban afuera volteaban a verlo extrañados, cruzando miradas en busca de una respuesta que nadie tenía, miradas que contagiaban más de confusión. Él, sin embargo, seguía su camino zigzagueante que lo llevaba a ningún lugar, o lo llevaba a todos lugares, quién sabe. Sus ojos seguían escudriñando los cielos ya negros, como buscando la verdad absoluta que lo haría libre, como le habían prometido tantas veces. De repente se detenía como quien recuerda que olvidó algo en el último lugar en el que estuvo, pero no recordaba qué olvidó ni dónde estuvo, y seguía su marcha al darse cuenta que eso realmente no le interesaba. Llegó entonces a ese corredor famoso, que conecta la sexta y séptima Avenida del Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala, cerca del kilómetro cero.

Lamps - Óscar Funes

miércoles, 3 de abril de 2013

Oídos sordos


Todos caminaban de un lado a otro, abstraídos, como zombies. La mayoría trajeados, con su comida metida en una lonchera que cargaban perezosamente, otros con periódicos doblados debajo de un brazo, con noticias de decenas de muertos, el endeudamiento del país, actos de corrupción, violencia, pobreza y anuncios de prostitución camuflajeada, cosas que no lograban tocar casi ninguna consciencia. En una mano el celular y en la otra un vaso de café sobrevalorado, reemplazando a uno casero que no tuvieron tiempo ni ganas de hacer, o simplemente que les daba un status diferente. Iban apresurados, casi corriendo, como si intentaran alcanzar las horas perdidas a lo largo de sus vidas, como si así lograrían recuperar los “cinco minutos más” que le pidieron de tregua al despertador. No volteaban a ningún lado, no veían a nadie más (a menos que fuera su reflejo en un vidrio), no saludaban, ni se detenían a ver el lienzo celeste con más brochazos grises que blancos, ni al sol que de vez en cuando aparecía tras la nube de edificios que los rodeaban y sólo se detenían ante el rojo impositivo de un semáforo. Y parados miraban la hora, para ver si había cambiado desde el último vistazo dado, hace diez segundos. Y desconcertados miraban el semáforo como si con sus poderes mentales pudiesen cambiar su color y evitar el hastío de la espera, para poder reanudar la carrera.