El poeta

Demonios custodian su cabeza, esa mente brillante que debe ser suya.
La locura amenazando a la sensatez con grito de guerra.
La lluvia llorando las lágrimas que sus ojos rojos no pueden rezumar.
Y el cielo mostrando tan poca luz como en su conciencia.

Las voces, miles de ellas, vociferando palabras burbujeantes.
Las garras rayando las paredes de su cráneo para escapar.
Los pasos, estruendos secos que perforan sus tímpanos.
Las remembranzas abandonándolo en ruinas cubiertas de humus.

Los espasmos en sus manos que lo hacen perder el control.
La demencia se regocija entre almohadones de terciopelo dorado.
Dejando salir a las bestias escamosas para terminar su trabajo.
Su mente, el fin del contrato.

Su espíritu vencido pide clemencia a los rostros alados.
El temblor invade sus ojos, su boca, sus muslos, su cuerpo.
La tinta sangrante sobre el pergamino de su última obra inconclusa.
No hay más promesas, solamente falacias de lengua bífida.

Diosas forjadas en metales preciosos, las ninfas, sus musas.
Reflejando la luz que ser cuela por debajo de la puerta.
El poeta tendido en la alfombra polvorienta, sus ojos sin vida.
El canto triste de las aves al pie de la ventana llenan de muerte la mañana.

Fotografía: The Photomaton