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Bienvenidos

Pasen adelante, quítense los zapatos si así están más cómodos.

martes, 26 de marzo de 2013

Vacío


Sus ojos, café oscuro, casi negros, brillaban a la luz de una candela, la luz danzante que invitaba a las sombras a unirse a la arritmia del baile. Una a una iban cayendo en ese ritual al que no podían resistirse, lo hacían sin siquiera darse cuenta. Unas lágrimas tibias de odio y satisfacción acariciaban sus mejillas, algunas sufrían la muerte dolorosa de soltarse y caer desesperanzadas a la mesa, algunas otras morían al llegar a sus labios y las demás simplemente se secaban con el chiflón que pasaba sin invitación a la penumbra. Un pequeño cuarto, con paredes que alguna vez fueron blancas, que ahora eran una especie de gris por el descuido y la suciedad que las abrazaba. Una mesa al centro, con una pata coja por el desinterés de un carpintero que hizo su trabajo de mala gana al recibir un pago miserable, llena de agujeros hechos por un cuchillo que se ensartaba noche tras noche en ella. Tres puertas nada más, una daba a la libertad de la calle silenciosa, abandonada, donde alguna vez hubo risas de niños mientras corrían de un lado a otro y pasaban las horas hasta que era momento de regresar a sus casas. Esa calle que quedó en silencio eterno desde el accidente de hace diez años, que quedó de luto con él. Otra puerta conducía a un cuarto un poco más limpio y cuidado, con un catre pegado a una de las paredes, unas cuantas latas de comida arrinconadas, un ropero viejo, de cedro, con los espejos quebrados y una lámpara de aceite lista para alumbrar toda la noche, hasta morir de sed, porque ¿quién podría dormir en esa oscuridad?. La última puerta era la del baño, un baño asqueroso.

sábado, 23 de marzo de 2013

Despierto


Un sueño interrumpido sin razón aparente, una voz que dijo mi nombre.
Que lo repitió hasta arrebatarme del descanso poco profundo.
¿Habrá sido La Silueta que regresó a terminar algo pendiente?
¿O simplemente, después de meses sin llegar, necesitaba hablar?
Más parecía un capricho del insomnio, al que llevaba tiempo sin hacerle caso.
Al que se puede tratar de ignorar, pero tarde o temprano pasa factura.
Que cada que llega, me tortura y lo disfruta con una copa rebosante de sadismo.
Dejando caer gotas al suelo cuando se ríe a carcajadas del bostezo de mis ojos.

lunes, 18 de marzo de 2013

La Sala



Una sala casi en completa oscuridad, una estancia bastante amplia. Con algunos retratos familiares colgados en sus paredes, una mesa de madera con una capa gruesa de polvo y discos de acetato apilados debajo de ella, una pecera vacía que alguna vez tuvo vida, una televisión de esas viejas que la nueva generación ya no reconocerá, sus cortinas tapando las ventanas mugrosas que daban hacia la calle y un sillón corinto de espaldas a la puerta. Ese sillón con olor a guardado en el que, de niña, se sentó tantas veces, cuando los tiempos eran menos tenebrosos que los que vivimos hoy. El color de las paredes importa poco para tan poca luz que las alumbra. Esa única luz que las salva de las tinieblas, el ruido en la pantalla del televisor. Su cuerpo desplomado  en el sillón, su mano sosteniendo un cigarro, al que sólo había dado un jalón y que tenía una larga ceniza colgando. Sus pies desnudos, entumecidos por el frío, sobre el piso rojo con bordes blancos que apenas percibía. Su pelo negro caía sobre los hombros y su mirada estaba perdida en la profundidad del espejo que estaba frente a ella, desde el que miraba la lámpara rota en el techo.

martes, 12 de marzo de 2013

Viernes


Eran las 5:59 de la mañana, se despertó un minuto antes que la alarma comenzara a decirle a gritos que era hora de dejar la comodidad del sueño. Abrió los ojos con dificultad mientras intentaba recordar qué día era, o por lo menos adivinarlo. Se quedó tendido en la cama esa eternidad de sesenta segundos intentado reunir las fuerzas (que todos necesitamos) para despegarse de las chamarras tibias que lo envolvían y lo protegían del frío de una mañana de Diciembre. Supuso que era Jueves y sintió la frustración de tener que trabajar dos día más antes del fin de semana, además tenía que ir de pantalón de vestir y corbata para aparentar seriedad. La alarma comenzó a sonar, pero no la apagó. Dejó que llorara hasta callar y así darse unos segundos más para quejarse por tener que levantarse. Se sentó a la orilla de la cama y comenzó a mover los pies por la alfombra para encontrar las pantuflas que de forma extraña siempre se escondían durante la noche. Vio el calendario, que tenía una foto del lago de Atitlán, colgado en la pared y se dio cuenta que era Viernes. Qué alivio sintió al darse cuenta, fue un sentimiento parecido al de encontrar dinero en las bolsas de un pantalón.

lunes, 4 de marzo de 2013

Tormento

Diez meses más o menos, ese es el tiempo que ha pasado desde la última vez que estuve acá y escribí, tiempo que llevo sofocando pensamientos y haciéndolos morir antes de dejarlos sentir la libertad que dan las palabras. Y en ese entonces también llevaba meses sin hacerlo, cinco o seis meses. Esa vez fue extraño volver, aunque no más que hoy. Tal vez lo más extraño de hoy es que me pasó escuchando el mismo disco de hace esos diez meses. Pero a pesar de lo distante y lo extraño, el sentimiento es el mismo, de querer arrancar lo que pasa por la mente y dejarlo un momento en la gaveta de la mesa de noche, tal vez allí florezca, o muera, pero ya no tendría tanta culpa.