La danza elegante y ordenada.
A lo lejos, esa música que nadie aprecia.
Las notas del piano entrando por los oídos, calmando los temores del día.
Suspirando suavemente en el aire tibio y húmedo que intenta apagarlo.
El violín desesperado y terco grita intentado que alguien lo escuche.
E intenta aguantar la falta de interés que todos muestran.
Pero se rinde sin más esperanzas de que lo distingan.
Pasan las horas, y los invitados parecen hacer caso omiso de ellas.
Las conversaciones se mezclan, se vuelven un ruido pastoso.
Y los perfumes se impregnan en cada trozo de tela que rozan.
La noche ya despide a los caballeros, con sus pelucas canas.
Y con ellos a las damas, con sus vestidos ataviados.
Los músicos, exhaustos, dejan los instrumentos como quien se libera de una maldición.
El salón vuelve a quedar vacío, como siempre.
Tanta música clásica te afectó :p Jajajaja interesante.... no tan diferente como el anterior, siempre muy agradable de leer! :D
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