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viernes, 12 de julio de 2013

Callejón

Sentado en un callejón sucio, su cabeza recostada contra la pared, perdía el tiempo viendo las nubes que anunciaban la imponente e inevitable tormenta que estaba lista para ahogarlos en baños de angustia. El sudor brotaba de su piel como el agua que huye del trapo que está siendo exprimido, mojando su pelo castaño y largo que se aferraba a su frente y sus mejías como si alguien fuese a arrancarlo de su cabeza. Había logrado salir de la corriente que lo llevaba a las alcantarillas de cerebros por suerte del destino pues parecía estar condenado a seguir allí por años. Su cabeza estaba a punto de explotar y dejar sus sesos tirados en el suelo, esperando a ser llevados por la lluvia de lágrimas. Cerró sus ojos para dejar de ver ese asqueroso lugar que lo había apresado tanto tiempo.

Callejón - Toni Castillo

Un lugar decadente, en donde los edificios desfilan fachadas sucias y descuidadas a punto de derrumbarse, donde las calles repletas de basura estorban el andar de quienes caminan por allí todos los días, a quienes son arrastrados por las masas controladas por divinos intocables, que hacen y deshacen a su antojo sin tener un leve temor de recibir su castigo porque la justicia, violada, desnuda y quebrada no llega hasta ellos, no tiene más fuerzas para intentarlo. Un lugar en el que la única oportunidad del pobre es serlo aún más, mientras los mensajeros del cielo se revuelcan en manjares y aquelarres. Un lugar en que la gente pasa frente los callejones sin dar importancia a lo que ven, en el que pasan unos sobre otros para llegar a sus destinos y, si es necesario, tirar al suelo y machacar a quien estorbe su paso. A fin de cuentas, es uno más y en ese lugar el más abusado consigue lo que quiere.

El dolor de cabeza se había ido a algún lugar remoto. Abrió sus ojos para ver el cielo ya oscuro, con las nubes grises y amenazante. Habían pasado horas, tal vez días, incluso años y todo seguía igual. La gente seguía pasando frente al callejón, tirando lo que ya no les servía frente a él. Tiraban trozos de papel, vasos vacíos, monedas del cambio que molestaban sus oídos por hacer más ruido que sus propias voces enmudecidas, vidas ajenas. Volteó a ver la pinta en la pared de fondo que alguien había hecho en esas inumerables manifestaciones que solo sirven para terminar de destruir lo poco que está en pie y linchar a más de algún desafortunado que se encuentra en el lugar equivocado en la hora precisa. “Viva la rebolusion” se leía en las letras sin sentido sobre esa desgastada pared, junto algunas manchas rojas. De repente la vio y perdió su mirada en ella.

Una mujer estaba tendida en el suelo con sus ropas sucias, deshilachadas y su piel percudida con pocos rastros de vida pegada a su cráneo. Su cabeza, recostada sobre uno de sus brazos que estaba extendido dejando ver sus huesudas manos de uñas quebradas y ensangrentadas, detenía aún el abundante pelo que un día fue brillante, suave y con olor a algún shampoo. Su voz era el intento de un susurro que escapaba efímero de sus labios rajados, el débil murmullo que pasaba rozando los pocos dientes amarillos que aún se agarraban con un poco de fuerza a sus encías y se iba con el aire frío.

Los cuchicheos en la muchedumbre comenzaron a oírse cada vez más fuerte y todos se quedaban quietos, viendo algo que él no podía ver estando sentado. De la multitud aparecieron dos hombres vestidos completamente de negro, protegidos por trozos plásticos del mismo color que cubrían sus rodillas, codos y entrepiernas. Los pesados chalecos colgaban de sus hombros y se amarraban a ellos por la cintura. Una macana colgando de su cincho al lado derecho, un frasco oscuro del lado izquierdo y unas esposas detrás. Sus cabezas eran cubiertas por yelmos que ocultaban sus rostros y los hacía irreconocibles desde cualquier punto de vista. Tras ellos aparecieron cuatro más, vestidos de igual forma, cargados de prepotencia y apestando a corrupción. En sus brazos los escudos que los separaban de los mirones que hacían únicamente eso, alborotarse y mirar.

Night Watchmen - Montecruz Foto

Los dos hombres caminaron por el callejón y, sin voltear a verlo, pasaron frente a él como si no existiese nadie más en ese pedazo de calle abandonado. Llegaron al fondo y se detuvieron uno a cada lado de la mujer. Las botas, con sus suelas gastadas y las puntas brillantes por haber sido lustradas esmeradamente una noche antes, comenzaron a golpear la poca carne que aún había en ese cuerpo descuidado, los huesos tronaron al quebrarse, dejándola como un títere roto. El silencio se hizo dueño de todos, tapando sus bocas, haciendo salir algunas lágrimas de unos cuantos que no podían hacer más que ver, más bien, que el miedo los hacía creer que no podían hacer nada más que ver. Los sollozos de la mujer rompieron el silencio sepulcral que había invadido cada corazón que vio semejante aberración y lo cambió por tristeza.

Las esposas amarraron sus manos sobre la espalda sin ningún esfuerzo, sus brazos ya no podían oponer resistencia. Los hombres la tomaron por las axilas y comenzaron a arrastrarla hacia la salida como a un juguete descompuesto. Al pasar frente a su mirada atónita, la mujer se sacudió y logró zafarse de sus opresores para caer de lado con un golpe seco en el suelo. Las risas de los hombres salieron deslizándose por el vidrio del casco que cubrían sus caras, haciendo caer gotas ácidas sobre el pavimento. Ella lo vio con la resignación dibujada en su frente y la esperanza rebosante en sus pupilas. Intentaba hablarle pero los tosidos de sangre brotaron de su boca. Tomó aire y susurró —¿En qué momento nos pasó esto?— se detuvo para respirar con dificultad —¿En qué momento dejamos que nos pasaran encima?— escupió otro tosido —Levántate, despierta, eres libre pero aún no lo sabés.— Y le regaló una corta sonrisa. Los hombres la tomaron de los brazos y otra vez la arrastraron sin ningún cuidado, desapareciendo entre la gente que ya había vuelto a caminar hacia ninguna parte, que ya había olvidado lo que ocurrió ese día.

Fotrografías: Toni CastilloMontecruz Foto

4 comentarios :

  1. Orlando me gusta como escribes y me he quedado por aca....te invito a que visites y si te gusta te quedes,...Un calido saludo.

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    1. Gracias Idolidia, me alegro que te hayas quedado por acá. Con gusto pasaré visitando.

      Saludos!

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  2. Me gusto la introducción y como describiste aquel lugar, lo hiciste muy bien. Luego, la intriga, esos hombres mascados y la mujer... tal vez me hubiera gustado saber más sobre ellos y por que hacían eso, pero como bien describiste en el principio, el callejón era el sitio donde pasaban esas cosas dolorosas. Me gusta leerte, tienes buena imaginación y una técnica que atrae. Un saludo.

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    1. Muchas gracias por tu comentario Sandra, a todos nos gustaría saber más sobre esos hombres vestidos de negro pero son bastante misteriosos. Si descubro algo de ellos de seguro lo escribiré :)

      Saludos!

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