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jueves, 24 de octubre de 2013

Cementerio

Cementerios - Ricardo Inostroza V.

La tierra húmeda y fría, infestada de gallinas ciegas.
Las plantas murieron hace ya algunos meses.
La última dejó su adiós una de esas tardes en que el sol no quiere despedirse.
En las que deja su rastro naranja en la nubes deformes.
Nubes que forman sombras gigantes en la enorme sábana celeste.


Las flores que alguna vez guardaron color y vida, marchitas
Tostadas por el sol, por el frío de las tardes, por el tiempo.
Quebradas por el olvido y el abandono.
Convertidas en polvo que revoloteó entre las tumbas y los mausoleos.
Sucumbieron como flores para convertirse en viento.


Las ánimas caminando de un lado a otro sin rumbo.
Atrapadas entre el cielo y el infierno, en el purgatorio en el que vivimos.
Ya no recuerdan la última vez que vieron a sus viejos conocidos.
La última vez que olieron las rosas frescas una mañana de domingo.
Ya  no recuerdan la última vez que oyeron las voces de quienes se quedaron.


La lluvia copiosa empapando el cementerio.
El lodo dejando al descubierto, indefensos, a los gusanos.
Los zanates mojados y hambrientos aprovechando la oportunidad.
Las lágrimas negruzcas marcadas en los rostros tristes de los santos.
El agua colándose en la tumba recién cavada.


El rechinido de las rejas quebrantó el vacío, despertando a los dormidos.
Las voces abstractas alegraron corazones muertos.
Hicieron soñar a cerebros podridos.
Formaron sonrisas en los dientes amarillos y picados dentro de las cajas.
Dieron falsas esperanzas a quienes perdieron todo, ¿o lo ganaron todo?


Vestidos y trajes negros formando un medio círculo.
Todos con máscaras de luto y pena.
El desconsuelo vendiéndose y la desdicha dando el pésame.
Sollozos esporádicos lastimando las gargantas.
El trauma a punto de explotar.


Los discursos de despedida y las promesas de verse luego.
Las risas encerradas en un ataúd que algún día serán exhumadas.
El cuerpo a unos metros bajo tierra y el alma en la infinidad de la Vía Láctea.
Las rosas sobre la madera, la tierra sobre las rosas.
Un epitafio dorado en el mármol blanco sobre la tierra.


La tierra fría y húmeda, infestada de gallinas ciegas.
Las flores comenzaron a marchitarse, a perder su color.
Las ánimas caminando sin dirección, perdidas, solas, afligidas.
El agua sigue cayendo del cielo, bañando el cementerio.
El silencio reina, la esperanza muere, hasta el próximo sepelio.

Fotografía: Ricardo Inostroza V.

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